miércoles, 19 de agosto de 2009

Los nueve meses de embarazo

Hace un tiempo, me preguntaron por los cambios que se habían producido en mi cuerpo durante el embarazo y sensaciones. Realmente han sido muchos e importantes.

Nosotros comenzamos a sospechar que podría estar embarazada por un retraso en el periodo, que unido a náuseas, bajadas de tensión, mareos e hipersensibilidad a las olores, no nos dejaban mucha duda.

Estos primeros días estabamos de vacaciones en EEUU. Los madrugadores síntomas aparecieron en Chicago, y para colmo me parecía que el país huele a hamburguesa de MacDonalds y a fritos, cuando no es comida india o china, así que era el colmo para mis males.

El primer día ya en España tocaba visitar al médico de cabecera, y comenzó el protocolo típico de embarazo: análisis de sangre y orina, citaciones para tocología, matrona, etc. Mientras tanto mi cuerpo iba sufriendo inmensas transformaciones.
Los primeros días recuerdo muchos pinchazos en la zona de la pelvis, comenzaba a ensancharse las caderas para dar cabida en un futuro próximo lo que iba a ser el feto. Las náuseas y mareos desaparecieron enseguida.

En la semana 9 de gestación me hicieron la primera ecografía. Era un día decisivo: había que saber cuántos embriones se habían formado. Una de mis bisabuelas materna tuvo dos partos de gemelos, y por ahora no se ha vuelto a repetir este fenómeno en la familia, así que las probabilidades de que nos tocara a nosotros eran altas. En la eco nos confirmaron que teníamos un bebé, y fue la primera vez que lo vimos. Se trató de un momento muy, pero que muy emocionante. En esta semana se veía la cabeza, el cuerpo, y los esbozos de brazos y piernas.

A partir de esa semana el volumen del abdomen había aumentado mucho, necesitaba con urgencia ropa para disimular mi estado. Todavía se trataba de un secreto entre Sergio, los médicos y yo.

En la semana 12 tuvimos la segunda eco. Ya se diferenciaban sus manos y sus pies, y nos confirmaban el sexo: un varón. Todo iba bien, sus órganos se estaban desarrollando perfectamente. A partir de esta semana dimos la noticia a las familias y a los amigos.

Las hormonas iban como locas por el cuerpo, y los estados de ánimo iban cambiando constantemente, sobre todo al final del día. Iba acusando el cansancio y el sueño.
En las siguientes semanas notaba pinchazos en el pecho, y abdomen. Los órganos se van moviendo de manera que el pequeño disponga de más espacio. El volumen del estómago disminuye, el diafragma sube, las costillas también se desplazan hacia arriba, etc.
Aumentan las ganas de orinar, y el número de paseos al baño se incrementa progresivamente (un gran inconveniente en el trabajo, ya que mi escritorio se encuentra en el lugar más lejano del baño). El volumen de la tripa aumenta sin cesar.

Los antojos aparecieron: pepinillos, zumos naturales de naranja y beber mucha agua. Lo más sorprendente es que nunca me han gustado las naranjas, ni los zumos, por su sabor y textura, y por supuesto le tocó a Sergio exprimir las naranjas. Me volví muy exigente con el agua, sólo aceptaba agua mineral, y la ingesta llego a ser de 4 litros al día.

Tengo el recuerdo de un embarazo maravilloso y sin excesivas complicaciones, contando los días que faltaban hasta la siguiente eco, y ver la carita de Sergio y su evolución. Podía llevar una vida completamente normal hasta el séptimo mes, cuando ya tuve que bajar el ritmo diario, y me prohibieron los médicos realizar cualquier viaje.

Al inicio del octavo mes de gestación me encontraba más torpe. Además, coincidió cuando los médicos me detectaron irritabilidad uterina, y se manifestaban las primeras contracciones: debía guardar reposo hasta el nacimiento.

A lo largo de los nueve meses engordé 10 kilos, y me sentía como una tripa andante.
Sergio y yo teniamos ganas que finalizase el embarazo para tener al pequeño Sergio en nuestros brazos.

Obviamente, el embarazo no es ninguna enfermedad, es un estado transitorio y maravilloso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario